martes, 11 de junio de 2019

El estigma de la enfermedad

He estado dándole muchas vueltas a qué escribir después de tanto tiempo, cuando apenas me reconozco en algunas de las entradas que escribí hace seis años.

¿Qué es lo que he aprendido? ¿Qué es lo más importante de este proceso? ¿Qué sigue siendo importante?


© R.J. 

Y creo que he dado con ello. Durante los años en los que estuve enferma siempre pensé que los otros (la gente normal los llamaba) vivían en una especie de burbuja que los aislaba de los problemas. Que todo lo que yo hiciera estaría bajo la sospecha de la enfermedad. Los otros siempre más lúcidos, con una mayor capacidad de ver la realidad. Y yo como mellada. Con ese hueco tan grande que dejan los trastornos psicológicos. Que te marcan de por vida.

Ahora sé que lo que yo creía que era la realidad no existe. Que nunca ha existido. Que "los normales" se equivocan, sufren y encuentran estrategias para manejar ese sufrimiento; no necesariamente buenas estrategias además. Y que dedicarte a ti misma pensamientos como soy débil, no puedo con ello, nunca voy a ser como los otros es como echarte sal y pretender después que los otros te la quiten.

Ése es mi aprendizaje: soy dueña de mi propia sal. De la que le da sabor a la vida, pero también de la que escuece. Y el resto, "normales" o no, que manejen la suya.



2 comentarios:

Nerea Paredes Gómez dijo...

Coincido contigo muchísimo. También hace años que escribí algunas publicaciones y parezco otra.
Pero recordar de dónde vengo me ayuda a seguir luchando por a dónde voy.
Somos normales,como cualquier otro, pero habiendo pasado una enfermedad que te deja la duda entre por qué los demás aprenden estrategias solos y otros necesitamos ayuda para aprenderlo.
Me alegra cada día, sinceramente, ser de las que he tenido que hacer terapia para aprender porque he descubierto que es un gran mérito sentarte delante de ti misma a mejorar en cada sesión. Ese tiempo ha sido oro en las manos de mi psicóga y mías y nadie puede arrebatarme esa experiencia.
Tomaré tu ejemplo y seguiré echándole sal a mi vida.
Gracias de corazón.

R.J. dijo...

Gracias a ti, Nerea, por compartir tu experiencia. Hay que echarle sal. Si no, la vida se nos queda sosa ;)