jueves, 9 de enero de 2014

72 horas

Hace unos días, a raíz de mis reflexiones sobre por qué no lograba tener días tranquilos y felices como cualquier joven de mi edad, mantuve una interesante conversación acerca de cómo funciona (o "disfunciona", mejor dicho) la mente de una persona que ha sufrido o está sufriendo un TCA, en lo que respecta al sentimiento de responsabilidad y las sensaciones que se tienen en función de si hemos cumplido con ella o no.

Siempre he intentado hacer las cosas, además de perfectas, de la forma más difícil posible ya que eso significaba realizar un esfuerzo extra, lo que, en mi opinión, tenía mucho más mérito y me llevaba a pensar que la recompensa ante tal sacrificio sería mayor. Para una persona con la autoestima baja, esto significa un refuerzo continuo de su valía personal,  “un recurso” con el que poder tener la sensación de que sigue sirviendo para algo.

Autoexigencia
Los pensamientos obsesivos no nos dejan disfrutar de la vida

Esta faceta de mi personalidad, cargada de auto exigencia, empezó siendo algo pequeño y sin demasiada importancia pero, al igual que ocurre con todas las obsesiones y dependencias, al final dejé de ser yo quien controlaba la situación. Finalmente los pensamientos negativos y auto destructivos terminaron por controlarme a mí y devoraron cada parte de mi vida: mis estudios, mi trabajo, mis amistades, mi pareja, mi familia…

El primer caso que recuerdo es cuando estaba cursando la E.S.O. Me sentía bien estudiando hasta altas horas de la madrugada, aunque no tuviera realmente tantas cosas que hacer. De hecho, siempre me iba a la cama pensando que aún podía dar más de mí misma. Me encantaba estudiar y adoraba lo que estudiaba, pero no era capaz de disfrutarlo porque yo misma me lo impedía con ese afán de auto explotación. En pocos meses, casi sin darme cuenta, la obsesión se trasladó a mi cuerpo y ahí se desencadenó todo un huracán de sentimientos encontrados y problemas que explotaban: la anorexia.

Durante el tratamiento de la anorexia y hasta que la superé, creí que una vez aniquilado este fantasma ya no volvería a sentirme mal, pero con el tiempo me di cuenta de que para ello aún quedaba lo más importante: aprender a ser buena conmigo misma y hacerme feliz. Eso es lo realmente difícil para una mente distorsionada. Cuando conoces algo durante mucho tiempo, aunque sea malo, te da miedo desprenderte de ello porque no sabes qué hay al otro lado e incluso piensas que puedes perder parte de tu personalidad. Como ya os he dicho en otras ocasiones, es el turno de creer en las palabras de otros y no bajar la guardia; tienes que recordarte a cada minuto que puedes y te mereces ser feliz, que es un derecho mirar el lado bueno de las cosas.

Algo muy común en las personas que tienen este tipo de personalidad tan auto exigente es que con frecuencia confunden el hecho de ser buena hija, amiga y pareja con la creencia irracional de que deben hacerse cargo de los problemas de los demás. Tú te ves con la fuerza de un elefante para luchar contra viento y marea, has superado la anorexia así que ya nada puede contigo, y acabas convirtiendo los problemas de los demás en los tuyos propios.

La cuestión es que, pese a tu buena intención y por mucho que te esfuerces, las cosas no siempre salen como queremos, y cuando esto pasa, no te respondes a ti misma con un "c'est la vie" sino que te auto fustigas con el pensamiento de que deberías haber sido capaz de hacer mucho más. A pesar de que se trata del problema de otra persona, tú lo ves como una derrota personal y te preparas para esforzarte más en el próximo asalto. Como he dicho, lo hacemos porque queremos ayudar a los que más queremos, por lo que no hay nada que recriminarnos, pero si analizamos la situación y la miramos con un poco de perspectiva, lo que en realidad estamos haciendo es subestimar la capacidad de los demás para resolver sus propios asuntos, juzgar continuamente al de enfrente y, finalmente, anular tus reductos de felicidad.

La vida no es vivir conforme a un plan establecido, es disfrutar de lo bueno y aprender de lo malo, por lo que malgastar tu tiempo esforzándote en pasarlo mal por algo que en realidad sabes que puedes disfrutar, es absurdo y la recompensa que buscas no es real.

Amiga, tú que nos lees y también sientes esta mal entendida responsabilidad, intenta por una vez en pensar que debes hacer caso a tu corazón y parar cuando éste te lo pida, respetar las situaciones y a las personas y entender que entre el blanco y el negro hay una escala de grises. Disfruta de lo que te hace feliz y ten el valor de abandonar aquello que te hace sufrir.

Ahora mismo te puede parecer imposible, te entiendo porque estaba en tu misma situación hace una semana. Pero por imposible que te parezca, hay un día en el que la cabeza te hace "click" y decides definitivamente cambiar tu actitud ante la vida. Aunque suene increíble, cuando verdaderamente te decides a hacerlo, te das cuenta de lo mucho que puedes vivir en tan sólo 72 horas…

No te metas prisa a llegar a este punto pero, cuando por tus venas corra la primera gota de fuerza para agarrarte a este espíritu, móntate en la barca y deja que la vida te lleve de nuevo a tu Ítaca ya que, aunque te parezca que la olvidaste hace mucho, siempre regresarás a la felicidad innata y natural que tú misma te arrebataste. Sólo tienes que intentarlo fuerza.

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