jueves, 2 de enero de 2014

Una potrilla llamada Princesa

Hace 9 años había una potrita que se llama Princesa, esta pequeñaja inocente vivía feliz en su manada rodeada de los suyos, los cuales la aceptaban y la querían tal y como ella era. Princesa tenía muchos amigos con los cuales salía a galopar, saltar y sobre todo a pastar, porque a ella le encantaba pastar.

Un día Princesa se alejó un poco de los suyos para ir a explorar lo que había más allá del prado en el que estaba acostumbrada a vivir y descubrió algo que la llamó muchísimo la atención, había una manada enorme al otro lado de la montaña, estaba muy cerca de la suya pero muy lejos ya que estos parecían grandes caballos de competición.

Princesa volvió a su manada cabizbaja y esa noche, mientras todos los demás descansaban ella estuvo pensando acerca de lo que había visto esa tarde.
A los ojos de nuestra Princesita aquellos eran los caballos ‘perfectos’. Yeguas perfectamente esculpidas, sementales musculados, sus crines lucían estupendas y sedosas, sus movimientos eran rítmicos, equilibrados. Eran hermosos. Vivían de una forma que ella envidiaba, todos estaban alrededor suyo, les admiraban, les aclamaban, les cuidaban, les amaban.

Princesa empezó a sentirse muy mal, y decidió ir por su propio pie a una cuadra que estaba más cerca de lo que ella pensaba y que se llamaba TCA ‘Todos los Caballos son Admitidos’. En esta cuadra ofrecían una solución rápida y aparentemente sencilla a los problemas de Princesa, pero nuestra potrilla firmó el contrato de entrada demasiado pronto, sin ni siquiera leérselo.

Progresivamente a Princesa la fueron quitando cada vez más y más forraje ya que para ser una gran yegua de competición tenía que perder algo de peso, pero la cantidad se les fue de las manos sin que la potrilla se diese cuenta. Además tenían entrenamientos muy duros, para los cuales no estaban preparados, muchas veces al día, a cualquier hora, sobre todo después de las escasas comidas que les daban. Esto hizo que físicamente empezasen a sufrir problemas. Además en esta cuadra no la dejaban salir a ver a su manada y poco a poco los fue perdiendo sin que ellos supiesen dónde estaba.

Fueron pasando los años y la potrita que se había metido en esta cuadra queriendo ser una yegua destacada, admirada, distinguida e importante fue encerrándose y poco a poco todo se fue tornando oscuro, ya no la dejaban ver el campo, esa felicidad que sentía corriendo con sus compañeros desapareció, ahora pasaba el día en el box, tumbada, sin fuerzas para entrenar y sin ganas de hacer o pensar nada.



Fueron años y años viviendo allí. Fueron años en los que la pequeña Princesa fue madurando y haciéndose ella misma de forma paralela a todos los potros de su edad. Fueron años en los que a Princesa le costaba encontrarse a sí misma, solo encontraba en ella un deseo implacable por ser parecida a esas yeguas ‘perfectas’ que había visto aquella vez, pero en su afán por alcanzar esta meta se estaba destrozando. Fueron años en los que Princesa solo encontraba en ella misma las ideas de aquella cuadra donde se había metido. Entonces, un buen día, decidió sacar aquel contrato y leerlo bien. En este ponía que una vez que te metías no podías salir de allí, ellos iban a ponerte a prueba, a someterte a todo aquello que ellos querían, pero también ponía una larga, larga lista de efectos secundarios que podías encontrarte si entrabas. Todos ellos negativos. Princesa dio un brinco al ver que la mayor parte de esa lista se reflejaba ya en ella, por primera vez desde hace mucho tiempo abrió los ojos. Paso días, meses dando vueltas sin parar en el box, pensando que podía hacer para salir de allí, pues no iba a permitir que nadie jugase con su vida ni ‘tomase las riendas’ de ella, iba a demostrar al mundo y a su manada que ella YA era una yegua y que además era una yegua distinguida pero no por sus músculos ni sus facultades en ninguna disciplina sino por su fortaleza psicológica.

Un día ya desesperada enfureció y lanzo una fuerte coz contra la puerta que la estaba reteniendo, haciendo un pequeño boquete en ella, por el cual entró un rayo de luz, hacía años que no la veía y eso la dio fuerzas para continuar, fueron meses y meses de esfuerzos y de patadas a esa barrera que la separaba del campo que tanto adoraba, de esos ricos pastos y de esa manada que tanto la quería. En cuanto el boquete fue lo suficientemente grande como para salir, nuestra Princesita ahora convertida en una yegua madura salió galopando fuerte de allí, al salir la puerta le hizo un gran corte, pero dio igual ella corrió al encuentro de su manada, de su vida. Volvía a ser ella.

Princesa estuvo muchos meses dando vueltas por el campo, al principio todo era muy duro en el exterior, la herida que se había hecho al salir le dolía muchísimo y no podía dejar que se infectase, estaba desorientada y tenía que tener cuidado con lo que comía pues su estomago se había quedado muy débil, además todo esto le recordaba continuamente lo que le había sucedido. Pero ella siguió incansable en busca de lo que solía ser.

Un día Princesa se encontró un amigo por el camino, era pequeño y estaba solo, era un cachorrito de gato, se paró a ayudarle y a partir de ahí el pequeño gatito la siguió a todas partes así que decidió ponerle nombre, le llamo Trece. Trece ayudó a Princesa en su largo camino, le dio ánimo y fuerzas, esperanza en los momentos en los que ella la perdía. Poco a poco la herida fue cicatrizando y Princesita fue cogiendo peso.
Un buen día Princesa y Trece se toparon con una montaña que le resultó familiar a nuestra yegua. Princesa sintió un escalofrío al darse cuenta de que había estado allí antes, se acordó de que tras esa montaña estaba esa cuadra tan destacada donde estaban todos aquellos caballos tan perfectos que la habían hecho meterse en la cuadra TCA. Se armo de valor y con Trece encima emprendió de nuevo la marcha. Si quería llegar al otro lado y recuperar su vida tenía que cruzar aquella manada, algo que la aterraba. Se introdujo entre los caballos para descubrir, para su sorpresa, que no eran tan distintos a ella, YA NO, ahora ella era una yegua fuerte, y no era tan distinta al resto de la manada.

Cuando terminó de cruzar tenía unas fuerzas sobrenaturales que le hicieron salir a galopar de forma frenética y alocada. Estaba alegre. Por fin su manada se diviso a lo lejos, lo que la hizo acelerar más y más, daba saltos de alegría, relinchaba, los llamaba. Trece difícilmente se sujetaba encima pero continuó con ella todo el camino. En la manada todos la recibieron felices.

De ahí en adelante su manada fue su mayor apoyo y el caballo que ahora galopaba a su lado su amuleto.
La cicatriz siempre estaría allí pero ahora Princesa veía las cosas mucho más claras que antes, con más luz, más bonitas. Adoraba cada brote de hierba que ingería, cada trago de agua que daba, cada rayo de sol que salía, cada galope que daba, cada momento que pasaba con su manada y con su pequeño Trece. Se sentía muy feliz por lo que tenía y llegó a sentirse afortunada por lo que era, tanto que quería relinchar a los cuatro vientos la cuadra en la que había estado y cómo salió de ella, pero era mucho mejor disfrutar cada momento de felicidad y naturaleza, cada amanecer con los suyos y dar gracias de lo que pasó pues de otra forma no hubiera aprendido a ver las cosas como las ve ahora.

Ahora con casi 21 puedo decir que estas maravillosas criaturas han sido las que me han ayudado a recuperar la confianza en mí misma y el amor a la vida. Gracias a mi pequeña Princesa y a Trecino. Imprescindible la ayuda y el apoyo de mi familia, amigos y de ÉL.

Este fue mi camino, el que me ayudo a dejar a atrás esta pesadilla de la que SE PUEDE SALIR, con esfuerzo. Pero no es la única forma, todo se basa en ‘situarse en el centro de una plaza e ir probando calles, si una no te sirve vuelve atrás y prueba la siguiente, una te lleva a la salida, seguro’.
Para finalizar mi historia quiero plasmar una frase que me dijeron hace poco y que me encantó y refleja muy bien la idea que he querido transmitir con esta historia:

‘El hombre llega a conectar con su interior a través de cinco cosas: los niños, los animales, la naturaleza, el amor y la música’.

FELIZ 2014

Fdo.

M. Aguado

2 comentarios:

Unknown dijo...

es precioso maria.

Mil besos

Mila

Unknown dijo...

Sin palabras "Princesa"! Un besazo enorme