domingo, 1 de diciembre de 2013

Hoy me siento fea

Esta mañana me he despertado con una sensación extraña. Era como si algo pegajoso se hubiera adherido a mi cuerpo. He cogido un libro y me he puesto a leer, pero la sensación no se ha ido. Era como si un chicle de fresa - odio la fresa - se fuera extendiendo poco a poco hasta ocupar mi cuerpo por entero. Lo sentía entre los dedos de mis pies, especialmente entre el dedo gordo y el segundo, cada vez más cercanos por el juanete que deforma mis pies. Un prominente hallux valgus, cada vez más valgus. Sentía el chicle de fresa - fresa ácida, para dar más detalles -, tirante entre mi cuello y mis orejas de soplillo, pegajoso en la zona de las mejillas donde unos granos rojos se asientan anacrónicos en mi rostro de treinta años. Divina juventud. Maldita adolescencia tardía. El chicle de fresa ácida de Boomer que cubre mi cuerpo (tiene que ser Boomer, todo azúcar, apenas unos segundos de explosión en la boca y después  una goma insulsa) se ha pegado en mi rostro y ha llegado a mi boca, a mi labio superior, demasiado fino. Mi labio superior, demasiado fino, pero igual de cuarteado que el inferior. Los dos formando una boca demasiado pequeña, nada apetecible ni jugosa. Dios mío, no va a parar esta sensación, he pensado cuando la he sentido en la cara interna de mis muslos, en mis primeras canas, en mis triceps flácidos, en mis ojos saltones, muy saltones cuando apenas he dormido.

Y entonces, al pasar frente al espejo, me he dado cuenta. ¡Hoy me siento fea! he exclamado entre asombrada y molesta. No es que normalmente me sienta guapa, no es eso. De hecho, creo que mi madre exagera cuando afirma que guapa no soy, que soy salá (lo dice con las dos aes muy abiertas, como para poner énfasis en la pronunciación y no en el contenido). Normalmente no pienso si soy fea, guapa, resultona, atractiva o simplemente un cardo (por cierto, los cardos son preciosos, nunca entendí el dicho). ¿Por qué me pasa hoy?

Las personas con trastornos de la alimentación no sólo distorsionan la percepción de su cuerpo, sino que también el mundo en el que viven. Creen que los "normales" nunca se sienten feos, que, frente a su montaña rusa de sentimientos, ellos viven en una especie de estabilidad emocional, plana, sin accidentes ni recovecos. La realidad es que todos nos sentimos mal alguna vez. ¿Qué hacen los "normales" cuando les pasa? Es fácil: seguir adelante. Estamos demasiado acostumbrados a hacernos caso. Tú eres tu mejor amigo, dicen los manuales de autoayuda, ésos que pueblan las estanterías de las librerías. Incluso en el caso de que sea así, de que nosotros seamos nuetros mejores amigos, todos tenemos otros amigos, los queremos, pero sabemos que han dicho en algún momento alguna idiotez. Algunos las dicen frecuentemente. ¿En que se basa entonces la amistad? En escuchar la idiotez y no darle más importancia. Hay días en los que tú mismo te vas a decir idioteces. Te las vas a repetir incesantemente con una constancia que no tienes para otras cosas. Escúchate y después ríete (esto conviene que sólo lo hagas cuando estés solo). Cuanto menos caso te hagas, antes dejarás de decirlas tan a menudo. Eso sí, ten en cuenta que alguna vez reaparecerán. No pasa nada. Se les llaman días malos. Y todo el mundo los tiene.

1 comentario:

IB Nosotras podemos dijo...

Increíble...Sencillamente increíble. Has concentrado en unas líneas cómo se siente una persona con un TCA,cómo ve el mundo y cómo puede empezar a solucionarlo.
Mi más sincera y cariñosa enhorabuena.