viernes, 15 de noviembre de 2013

¡Oh, Dios mío! ¡Han matado a Ken!




Miro el catálogo de juguetes de estas Navidades que mi sobrina sostiene entre sus manos de tres años. Muy seria, con un peso y un aplomo desconcertantes para su edad, me explica cuáles son sus elecciones y por qué. Pasa las páginas. Muñecos de peluche. Redondos, de ojos enormes, preparados para que nos gusten. Juegos de construcción. Cocinitas. Para Bebés. A partir de un año. Más de dos años. Según avanza la edad recomendada, los muñecos se estilizan. Los ojos siguen siendo enormes, estratosféricos en un cuerpo espigado, esquelético. Monsters-High. Verdaderamente monstruosas, sí. No por sus maquillajes ni por su aspecto de zombie, sino por sus cuerpos imposibles, deformes, de una delgadez insultante.

El gran triunfo de las Bratz, muñecas también monstruosas, fue alejarse del modelo tradicional de las Barbies. Las niñas no querían parecerse a la Barbie, que podría ser su madre. Deseaban ser como sus hermanas mayores. Deseaban tener una melena que les llegara al suelo, zapatos de plataforma y no de aguja, ojos rasgados, piernas kilométricamente delgadas y, a juzgar por las Bratz, deseaban también ser llamativamente cabezonas (esto último nunca lo entendí). Ese modelo se extendió y aparecieron nuevas muñecas con el mismo estilo. La Barbie, sin ir más lejos, también rejuveneció.

Mi sobrina continúa pasando las páginas, respondiendo con una creciente impaciencia a mis preguntas, cortándome tajantemente con un: Me gustan porque me gustan, tita, no seas pesada. Y, de repente, lo veo. Me viene a la cabeza la serie South Park y digo en voz alta: ¡Oh, Dios mío! ¡Han matado a Ken! Mi sobrina me mira desconcertada. Señala hacia el muñeco adolescente, vestido con unos pantalones pirata y una sudadera, y me dice: No, tita, Ken está aquí. ¿No lo ves?








Claro que lo veo. Veo un muñeco tremendamente delgado, como si hubieran exprimido al Ken que había en mi época. Un Ken clavado a Edward Cullen, es decir a Robert Pattison. Un Ken afeminado, frágil, prerrafaelita, que parece el hermano pequeño (o incluso el hijo) de la Barbie. 

Hablamos en otra entrada de la Barbie, de sus medidas imposibles y yo me pregunto: ¿Qué ha pasado también con Ken?  Definitivamente, alguien lo ha matado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ken prerrafaelita!! Completamente de acuerdo, incluso un poco peter-pan-izado. Quizás todo esté relacionado...

IB Nosotras podemos dijo...

A colación de esto, me gustaría lanzar una pregunta:

Mis amigas siempre me dicen que soy rara porque no me gustan los chicos 'mazaos' de gimnasio. Yo prefiero a los chicos a los que les tocas los brazos y son mulliditos,trasmitiéndote un comfort y calor especial,en lugar de fuerza y superioridad.

¿Puede que la preocupación actual de los hombres por su masa muscular sea en realidad un desprestigio hacia la mujer,a la cual venden como princesa desprotegida que necesita un Rambo que la salve y un papagayo que la acompañe por la calle?

Si ellos dice que las prefieren con curvas, ¿por qué no empezamos nosotras a ver más allá en ellos de lo que nos venden los gimnasios y anuncios?

En mi opinión,fuera Robocops. Yo quiero un hombre real,ya que yo ahora soy una mujer real.

R.J. dijo...

Creo que la preocupación actual del hombre por el cuerpo no está tan relacionada con el tema de la protección, sino con el hecho de que se haya entendido de mal forma la igualdad. En lugar de liberar a las mujeres se ha encadenado también al hombre. Todos iguales. Todos presos del cuerpo. Todos esclavos. Se ha optado por el mal de muchos porque es bastante más lucrativo que la aceptación.

Además existe una contradicción en el canon masculino. Se ensalza la musculatura (los "mazaos", como dices), pero también un modelo andrógino, como de adolescente perpetuo. Los modelos de pasarela son así.

Vivimos en una época híbrida en casi todo, con personas cada vez más fragmentadas, cada vez más divididas. Interesante época para analizarla, pero no tanto para vivirla.