martes, 19 de noviembre de 2013

Si quieres, puedes

Este es el testimonio que nos ha enviado una chica para demostrarnos que muchas de las limitaciones que aparentemente se nos cruzan en el camino, están, en realidad, en nuestra propia mente. Su mensaje es claro: ¡Podemos!





"Como habréis oído o leído en muchas ocasiones o, si habéis sufrido un TCA habréis vivido, parece que padecer anorexia o bulimia debería ser algo de lo que avergonzarse. Algo por lo que señalarte con con el dedo, por lo que te sintieras tonta por haber caído en la trampa. 

En este fragmento os quiero explicar cómo esa mentalidad se puede cambiar y se puede estar orgullosa de una misma. Pero para ello es necesario luchar mucho y tener paciencia. UN TCA SE CURA y al final del camino hay una felicidad increíble, mucho mayor que la que cualquier otra cosa te pueda aportar: descubrirte a ti misma. 

Hacia 2011 empecé a sentirme rara. Hacía años que había superado la anorexia en sí y, en cambio, sentía que no todo estaba completo. Mi relación con la comida era saludable pero mi cuerpo me decía que eso ya no era suficiente, que quería disfrutar comiendo. Ante ello, mi psicóloga me animó a ser libre, a dejar que mi cuerpo hablara por mí y que me guiase por él. Al principio eran cositas pequeñas, como comer en Navidades más turrón si me apetecía o comprarme golosinas una tarde. Tras unas semanas así, tenía la sensación de que estaba perdiendo el control y mi cabeza, que seguía descolocada, me pidió que fuera poco a poco. Tuve apoyo en estos momentos y al poco tiempo volví a intentarlo. De nuevo lo mismo…  Era normal, pero tenía que seguir intentándolo.

Hace poco menos de un año, un día me pregunté, sin querer: ¿Cuánto tiempo llevo sin agobiarme? Y se me había olvidado la última vez que lo había hecho. Fue un momento muy especial, porque en ese momento sentí verdaderamente que tenía las riendas de mi vida. No porque no me agobiara la comida sino porque el miedo patológico había desaparecido de todas las facetas de mi vida.

Durante varios años la obsesión por todo había mermado mi persona, había echado tierra sobre mi esencia: la comida, los estudios, la aprobación ajena, el trabajo… Y me había perdido, dejándo sólo ver la parte oscura de mí. Pero ese día estaba llena de energía. La chica acomplejada había pasado a ser una adulta que apreciaba cada una de las curvas, lunares y dimensiones de su cuerpo. La estudiante modelo había sido derribada por una maestra decidida a dar lo mejor de sí misma sin intentar agradar a todos. La adolescente indecisa se había retirado ante una mujer que aceptaba que hacía las cosas a veces bien, a veces mal y otras veces como buenamente sabía.

Los días grises se acabaron. Ya no aguantaba que mi alrededor se preocupara de nimiedades ni que me arrastraran a pozos sin fondo. Ahora luchaba por la libertad de mi persona, por vivir cada momento como irrepetible, por aprovechar las miajas del tiempo para construir una vida feliz. Esta nueva actitud me permitió hablar, decir lo que pensaba, decidir, equivocarme, probar…Hacer mi propio camino, sin que nadie lo construyera por mí. Y así llegué a terminar una carrera, encontrar un trabajo, mantener cerca de mí a las personas que verdaderamente me importan, deshacerme de los que consideraba piedras en mi camino, ir de compras con una sonrisa, organizar cenas con mis amigos, descubrir en mi pareja cosas que mi capa negra no me había dejado ver…
 
Para que podáis entenderlo, me di cuenta de que no es que mi cerebro ni mi personalidad estuvieran mal, sino que era uno de los esclavos de Miguel Ángel: era una esclava de un mundo mal entendido bajo un pétrea capa de mármol y ahora estaba esculpiendo mi forma, liberándome de aquella pesada carga que no me permitía quererme a mí misma.



Os he escrito este testimonio para que cuando os surja en vuestra cabeza la misma pregunta que me surgía a mí, tengáis la respuesta que os llene de fuerzas:
¿Por qué seguir luchando si esto no parece tener fin? Porque sí que tiene fin, aunque no lo parezca y ese fin es muchísimo más maravilloso de lo que podáis imaginaros".

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